miércoles, 19 de febrero de 2014

Del pensamiento de Nicolás Gómez Dávila.



`ser civilizado es poder criticar aquello en que creemos sin dejar de creer en ello` 

Gómez Dávila  es un perplejo mas en esta guarida de lobos rapaces en que se ha ido transformando la Iglesia, un valiente que denuncia bajo un grito suave, elegante, pero con la fuerza de la inteligencia, el compromiso y fidelidad a la Iglesia que lo caracteriza, como bien dice en uno de sus geniales escolios “Ciertamente no creo que para pensar, meditar o soñar, sea siempre necesario escribir. Hay quien puede pasearse por la vida con los ojos bien abiertos, calladamente. Hay espíritus suficientemente solitarios para comunicarse a sí mismos, en su silencio interior, el fruto de sus experiencias. Mas yo no pertenezco a ese orden de inteligencias tan abruptas; requiero el discurso que acompaña el ruido tenue del lápiz, resbalando sobre la hoja intacta”. (Notas, 15-16). y de esta manera hace una critica muy bien meditada, haciendo de sus pensamientos en los que se nota la madures de su espíritu un verdadero placer para el lector que gusta de ellos.

En el siguiente texto comparto un extracto de  "Un angel cautivo en el tiempo" por Franco Volpi.


Gómez Dávila dibuja una visión sombría y desilusionada, pero lúcida e iluminadora del desolado paisaje de la modernidad y de sus dudas nihilistas. No es que él se complazca en naufragar en un cupio disolvi, al contrario: él pretende atestiguar, entre las ruinas, una verdad imperecedera, a la que su existencia se aferra: “No pertenezco a un mundo que perece. Prolongo y trasmito una verdad que no muere”. (Escolios II, 500). El resultado es un antimodernismo inflexible e intransigente, basado en la inamovible convicción de que “La humanidad cayó en la historia moderna como un animal en una trampa” (Escolios II, 471). “El mundo moderno resultó de la confluencia de tres series causales independientes: la expansión demográfica, la propaganda democrática, la revolución industrial” (Sucesivos Escolios, 161). Esto desemboca en la barbarie de la humanidad actual, que “sustituyó el mito de una pretérita edad de oro con el de una futura edad de plástico” (Escolios II, 88) y que “destruye más cuando construye que cuando destruye” (Escolios I, 251). Por tanto no hay que hacerse ilusiones: “Los Evangelios y el Manifiesto Comunista palidecen; el futuro está en poder de la Coca-Cola y la pornografía” (Sucesivos Escolios, 181). La modernidad ha abierto las puertas de par en par al ingreso triunfal en la historia a los tres enemigos más radicales del hombre: “el demonio, el estado y la técnica” (Escolios II, 75). El demonio porque es la perversión de la trascendencia, el estado porque entre más crece más disminuye al individuo y la técnica por ser una permanente tentación de lo posible. Todo esto basado en una paralizante conjetura: “El Anticristo es, probablemente, el hombre” (Escolios I, 254).


lunes, 3 de febrero de 2014

DE DONDE VIENE EL ODIO A LA FSSPX?

A continuación reproducimos la traducción de un articulo del blog brasileño "APOSTOLADO TRADIÇÃO EM FOCO com Roma" un articulo que busca echar luces del porque tanto odio a la Fraternidad Sacerdotal San Pío X. Lectura sin desperdicio.

Tened en cuenta que la realidad eclesial del Brasil no es muy diferente a la del resto de America Latina. Hay más semejanzas que diferencias. NOTA: LOS APUNTES ENTRE PARENTESIS SON COMENTARIOS DEL TRADUCTOR A FIN DE ENTENDER EL CONTEXTO.

Enlace del artículo original.

DE DONDE VIENE EL ODIO A LA FSSPX?

Es verdad que el Brasil esta atravesando un duro proceso de protestantización. Mientras que el país con mayor cantidad de protestantes del mundo gana más católicos fieles, el supuesto mayor país católico del mundo se da todo lo contrario. Eso es una muestra del acervo cultural de los estadounidenses en relación a la Republica de las Bananas donde nacimos (en alusión al Brasil).

El año pasado, por ejemplo, 150.000 personas se bautizaron en los Estados Unidos, con una fuerte presencia de adultos y ex protestantes.
Antes de entrar a analizar algunas cosas, debemos aclarar que las conversiones a la Iglesia siempre llevan una característica doctrinal, cuando no sucede lo contrario.

DIOS MIO, DIOS MIO ¿POR QUÉ LE HEMOS ABANDONADO?



Es sorprendente como el mundo católico lleno de alegría por recibir al nuevo Pontífice ha pasado por alto un hecho que a nuestro entender es, como poco, alarmante; y precisamente por eso escribimos este artículo para tratar de tocar las conciencias de los fieles católicos para que jamás se vuelva a repetir ni a permitir lo que se ha vivido este año.
Sí, queridos hermanos, estamos hablando de la injusticia que Su Santidad Benedicto XVI ha tenido que sufrir incluso desde antes de su Pontificado, durante el tiempo del mismo, y que ha culminado con su renuncia.
Cierto es que la elección de un nuevo Pontífice siempre llena de alegría todas las almas devotas, entre las que nos incluimos, pero esta vez, había algo que todo el mundo olvido demasiado rápido: ¡Benedicto XVI había renunciado!  Algo inaudito que, por mucho que digan, jamás se ha dado en la historia en las circunstancias que todo esto ha sucedido.
A todos nos ha cogido por sorpresa esta noticia, y aun después de estos meses cuesta recordar ese momento de la historia de la Iglesia. Y precisamente por eso, hoy quisiéramos pedir que todos los católicos -y aún no católicos- hagan memoria y analicen sus conciencias, porque muy fácilmente olvidamos cuando no nos conviene recordar.

¿Qué ha sucedido durante todo el pontificado de S.S. Benedicto XVI?
Pues comenzaremos desde el principio: los días previos a su elección.
El mundo conmocionado por la muerte de Su Santidad el ahora beato Juan Pablo II, no cesaba de mirar con recelos al por el momento Cardenal Ratzinger  ante la posibilidad de su  elección, ya que su carrera como Teólogo y hombre de fe era sobresaliente y tenía todas las papeletas de ser elegido.
Los apelativos no tardaron en llegar, e incluso antes de que el mundo viese salir al Balcón de la Plaza de San Pedro al nuevo Pontífice, ya estaban criticándole en todos los medios de comunicación y centrando su atención, no en aplaudir al nuevo Pontífice, sino en afirmar que fuese como fuese e hiciese lo que hiciese no le iba a llegar a su predecesor  “ni a la suela de los zapatos” y que “a ver si no duraba mucho y solo era un papa de transición”.

Que Dios me perdone, pero el hecho de atreverse a hacer esta clase de afirmaciones no tiene calificativo posible, y sin embargo,  el mundo católico calló y pasó por alto estas aberraciones como parte del duelo por el fallecimiento del gran Juan Pablo II.
Sin embargo, con el paso de los días se vio que algo atípico estaba pasando en torno a la figura de Benedicto.

Los medios de comunicación, que por supuesto acabaron manipulando la opinión social global, no dejaron de acusarle durante todo su pontificado con toda clase de calumnias por multitud de escándalos, gritando su dimisión y hasta llegando a amenazarlo con llevarlo a los tribunales.
Siguiendo el ejemplo del Buen Pastor, Benedicto dio la cara defendiendo a toda la Iglesia y cargando sobre él la responsabilidad de actos que a mala fe fueron hechos por enemigos de la Iglesia.
Y los que en otro tiempo se hubieran levantado con tal de que el Sumo Pontífice no sufriese daño alguno, sus propios hermanos de dentro de la Iglesia católica entre los que nos debemos incluir todos nosotros le abandonamos. Las opiniones pasaron a ser extremistas: o bien se acusaba de manera abierta a Benedicto XVI o bien se permanecía en silencio. Pocas voces se escucharon que le defendiesen. Y como había pasado con Cristo en su momento, ante la prueba todos le abandonamos, y dejamos así, solo y vendido en manos del enemigo al que era el representante de Cristo y custodio de su Santa Iglesia.

Desde el principio del pontificado, Benedicto XVI no cesó de hablar de los enemigos de la Iglesia, que estaban atacándola y que teníamos que dar la cara por ella, que se habían infiltrado incluso dentro de sus filas y que no cesásemos de pedir al Señor por el bien de la Santa Iglesia tan gravemente amenazada…
¿Quién le escuchó? Nadie. Todos estaban distraídos pidiendo que “rodara su cabeza” y su dimisión inmediata. Su rechazo llegó incluso desde la propia política internacional, subvencionando movimientos como aquel paralelo a la JMJ en Madrid con aquel detestable “Benedicto: yo no te espero”, y las manifestaciones ateas a lo largo y ancho de este mundo que desplegaban pancartas ridiculizando y amenazando al Santo Padre.

El escándalo Vatileaks sacó al público lo que Benedicto XVI había afirmado en muchas ocasiones: la presencia de enemigos en las filas de la Iglesia Católica que estaban tratando de socavar sus cimientos desde dentro, y sin embargo, la opinión pública, en lugar de abrir los ojos a la verdad, culpó al Pontífice de lo sucedido y con toda clase de calumnias aprovecharon para añadir peso sobre la cruz que apenas podía ya soportar y que no le correspondía cargar, ya que era inocente.
Después de varios años sufriendo una cruz que jamás debía haber cargado solo, con el anuncio de su renuncia, realizada del modo más humilde y sincero, manteniendo en silencio todo su dolor, pero expresándolo por sus lágrimas, se podría haber esperado un poco más de piedad cara a su persona, pero en lugar de apoyarle, de animarle y de permanecer a su lado, el mundo que jamás le abrió el corazón, lo dejo ir sin más, sin preguntas, sin cuestionamientos. Al contrario, la única alabanza que este Gran Siervo de Dios tuvo en su vida pública ha sido esta: el mundo aplaudió su renuncia.
Muchos afirmaron en su momento que parecía que había una conspiración en su contra, pero se pensó que estos ataques tan bien coordinados iban destinados únicamente a destruir a la Iglesia Católica en general, pero a día de hoy todo lo sucedido da mucho que pensar.

Al contemplar a todos los medios de comunicación volcados en aplaudir hasta el último detalle de Francisco I aun antes de que hiciese nada, mientras que Benedicto XVI fue martirizado en vida y relegado al olvido en una habitación perdida del fondo del Vaticano, un pesar invade nuestra alma.
¿Por qué se ha cometido tal injusticia? ¿Por qué hemos permanecido en silencio?
Mientras fue cardenal, nadie se ha alzado a denunciar las injurias que padecía un Ministro de Cristo, mientras fue Papa, nadie se ha levantado a defender de las calumnias al mismísimo Vicario de Cristo, y ahora, que ha sido relegado en su ancianidad al olvido, nadie le recuerda. Sin duda, un día se nos pedirá cuentas de todo lo acontecido, porque todos, todos y cada uno de nosotros, le hemos dejado solo.

Recemos por él y no permitamos que esta escena vuelva a repetirse.

Tomado del blog Cruzada por Cristo

domingo, 2 de febrero de 2014

VERDADERA Y FALSA PIEDAD

Texto de Monseñor Straubinger
(1), respecto a la piedad y su deformación.

Más de una persona que quiere ser piadosa, se dedica a una piedad sentimental, y está convencida de que no será oída por Dios, sino recitando tal fórmula determinada, y esto delante de tal imagen determinada y no de otra, y en tal día y no en otro, y cree esto con tanta firmeza como si lo hubiese leído en el Evangelio, mientras ignora casi por completo las palabras de vida que allí nos dejó nuestro divino Salvador.

A tal persona no le falta lo que se llama devoción -es tal vez la más piadosa de la parroquia- pero sí, la recta espiritualidad. No sabe distinguir entre lo esencial y lo secundario, y así se trastorna en ella el orden de los valores, de modo que los de poco valor le parecen más importantes que los de primera categoría. Es porque esa alma se deja llevar, sin darse cuenta, de un espíritu seudo religioso, que es precisamente la mejor arma del diablo para corromper las almas piadosas.

Peor es el caso de los que tienen una religiosidad enfermi­za, como aquélla que San Pablo estigmatiza en II Tim. 4, 3-4, diciendo que habrá hombres, que "no soportarán más la santa doctrina, antes bien con prurito de oír se amonto­narán maestros con arreglo a sus concupiscencias. Aparta­rán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas". El Papa Benedicto XV cita este pasaje en la Encíclica "Humani Generis", donde exhorta a los predicadores a no ambi­cionar el aplauso de los oyentes, y agrega: "A éstos les llama San Pablo halagadores de oídos. De ahí esos gestos nada reposados y descensos de la voz unas veces, y otras esos trágicos esfuerzos; de ahí esa terminología propia únicamente de los periódicos: de ahí esa multitud de sen­tencias sacadas de los escritos de los impíos, y no de la Sagrada Escritura, ni de los Santos Padres".

Agradecemos al Sumo Pontífice la franqueza con que azota aquí las faltas que algunos hacen en la predicación, con lo cual da a entender que las aberraciones espirituales de los fieles tienen su paralelo en las desviaciones de los predi­cadores.

La religiosidad de esta clase de cristianos es un problema. "Tendrán, como dice San Pablo, ciertamente apariencia de piedad, mas niegan su fuerza" (II Tim. 3, 5), o sea, su es­píritu. A la gran masa le gusta tal deformación de la reli­gión, porque exige poco: solamente algunas "apariencias" piadosas, las más baratas posibles: en lo demás, libertad para vivir la vida, pues esos hombres son "amadores de los placeres más que de Dios" (II Tim. 3, 4). ¡Con qué cla­ridad San Pablo ha visto nuestro tiempo! Y le dio tam­bién el nombre que le corresponde: tiempo de apostasía, apostasía práctica, por supuesto, ya que las "apariencias" de piedad impiden la apostasía formal. La apostasía disfra­zada es para el Apóstol de los Gentiles "el misterio de la iniquidad", del cual habla en II Tes. 2, 7 ss., para abrirnos los ojos sobre los espíritus que nos engañan bajo forma de piedad y aparatosa religiosidad, incluso aparicio­nes.

(1)  Espiritualidad Bíblica, pág. 26-27


“Boletín de la Tradición Católica. FSSPX. Córdoba. Enero de 1989”.